lunes, 15 de octubre de 2012

LA RUTA DE HERNAN CORTES

Historia de lo sucedido en las primeras décadas del siglo XVI en el mar Caribe, el golfo de México y su costa y el arribo de los conquistadores españoles a la parte continental que llamaron Villa Rica de la Vera Cruz. Es la relación de hechos que escribió Fernando Benítez hace más de seis décadas.

La conquista de México es uno de los capítulos de la historia nacional, de Latinoamérica y del mundo, que marcaron un hito en el desarrollo de la humanidad. Mar e islas era lo que dominaban los españoles en el Caribe. Varios navegantes hicieron expediciones buscando nuevas tierras y oro. En busca de oro encabezó Hernán Cortés la expedición que partió de Cuba, donde gobernaba Diego Velásquez.

Buscando oro navegó rodeando la península de Yucatán y ahí se encontró a Jerónimo de Aguilar, tras el oro incursionó en el río caudaloso de Tabasco. Oro y esclavas le entregaron quienes, después de batallar, aceptaron ser súbditos del rey español. Mallinalli está en el grupo de esclavas, después sería bautizada como Marina y sería interprete del náhuatl al maya para Cortés, el interprete del maya al castellano sería Jerónimo de Aguilar. Así fue colectando oro. Y también consiguió intérpretes para volverse interlocutor de quienes fueron sus aliados y enemigos.

Fernando Benítez hace una descripción de cómo eran la ciudades que Cortés y su ejército se fueron encontrando –Cempoala, Tlaxcala. Cholula y Tenochtitlán- y en un recorrido reciente –hace más de seis décadas- cómo estaban esos mismos lugares. El pueblo de Cempoala a mediados del siglo XX, la ciudad de Tlaxcala y su barroco dieciochesco. Es generoso el autor cuando se refiere a Xalapa, sus caseríos, el verdor de las montañas que la rodean y lo colorido de sus jardines, la abundancia de agua y variedad de plantas.

Reflexiona el autor sobre la transformación de Cholula después de la masacre de indígenas ordenada por Cortés. Su transformación al cristianismo impuesto con la espada, hasta la exageración de tener una capilla o templo para cada uno de los santos en todos los días del año.

Los volcanes como testigos perennes. El andar del ejército de Cortés desde la costa hasta la altiplanicie, el ascenso para cruzar entre el Popocatepetl y el Iztacciuatl para llegar al valle de Anáhuac. La visión de Tenochtitlán. La ciudad en el lago. La recepción del emperador Moctezuma. El gran mercado de Tlaltelolco –así lo escribe Benítez-. La apropiación por los españoles del tesoro de Auhizotl consentida por Moctezuma. La caída de Tenochtitlán y el fin del imperio mexica.

En el último capítulo, el autor, hace un repaso de la transformación de Tenochtitlán, ciudad destruida por los conquistadores. En sus ruinas construida la ciudad colonial capital de la Nueva España. Y sus transformaciones hasta la primera mitad del siglo XX siendo ya la ciudad de México.

De varias fuentes históricas, de lo escrito por Cortés en sus Cartas de relación y Bernal Díaz en su Crónica verdadera, hizo acopio Fernando Benítez y nos legó su visión de la conquista española de México y lo que era hace más de seis décadas la ruta que siguió el ejército invasor desde su salida de Cuba hasta lo que es hoy el centro político y económico de México.                                         

 

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